martes, 25 de septiembre de 2018

Testimonios de acoso e intimidación contra trabajadoras residenciales

Conserje, en voz francesa: concierge, procedente del latín con-servus: esclavo, es la palabras que antes del 2011 la Ley del Trabajo en Venezuela establecía para denominar a quienes constituían una expresión viviente de la miseria estructural en nuestro país. Responsables del cuidado de los edificios, sin vivienda, sin empleo, sin derechos: los y las “conserjes” eran sometidas a condiciones inhumanas propias de formas contemporáneas de esclavitud. Con jornadas respaldadas por la legislación laboral anterior, para estas trabajadoras sólo quedaba el respiro de 9 horas de descanso continuas a partir de las 10 de la noche. El vacío legal de esta disposición les permitía a sus patronos imponer jornadas de trabajo que superaban por mucho las 8 horas establecidas en ley.


Texto: Tatuy TV


La mayoría de las trabajadoras residenciales son mujeres, madres solteras, pobres, y adultos y adultas mayores, personas muchas veces desplazadas y con la necesidad de resolver un techo para sus familias. Anterior al proceso revolucionario, estas mujeres asumían un trabajo de cuidado no reconocido, realizado por al menos 15 horas diarias y acompañado de situaciones graves de violencia, pagos por debajo del salario mínimo, prohibiciones y un sinfín de discriminaciones.


Desde Tatuy Tv nos pusimos en contacto con las compañeras Nelida Cordero y Jannet Carabalis, integrantes de la Organización de Trabajadoras y Trabajadores Residenciales de Venezuela, quienes nos cuentan que desde el comienzo del proceso revolucionario cambia radicalmente el panorama: comienzan a organizarse poniendo en común las formas de explotación sufridas en cada uno de sus condominios, constituyéndose como movimiento en el año 2002 y logrando que en 2011 sus debates se hagan ley. Sin embargo desde el pasado 29 de agosto el movimiento de Trabajadoras Residenciales desprende una campaña nacional “Cero despidos: protección del trabajo frente al capital” ante el acoso e intimidación por parte de los responsables de condominio y propietarios de los edificios.


Engaños, firmas de contratos de arrendamiento que buscan romper con la relación de trabajador/trabajadora residencial, irrespeto a la inamovilidad laboral decretada por la Asamblea Nacional Constituyente, imposición de vacaciones para liquidar con sueldos viejos, intimidación, cierre de las áreas comunes, amenazas de desalojo, son parte de la violencia ejercida sistemáticamente por los patronos.


¿Cómo se ha manifestado el acoso?


“Si te quedas te haremos la vida cuadritos” fueron las palabras que golpearon a Jannet Carabalis en su espacio de trabajo. Al respecto nos cuenta:


“En mi caso me presionaron para firmar la carta. Yo no lo acepté. Me fui para el ministerio, me atendieron y los inspectores fueron luego al edificio. Allí el condominio lo negó todo. Es parte de su engaño y la presión para que una se vaya de allí.


Una se imagina después de vivir todo el proceso de guarimba, todo de lo que son capaces. Nos obligaban a sacar la basura para la calle. Yo no lo hacía. Entonces cuando nos negábamos nos tenían identificadas. Cuando ganó Maduro me tocaron la puerta y me dijeron: -¿Estás feliz? Ganó tu presidente. Aquí no deberías estar. Nosotros no le damos trabajo a chavistas.”


¿Cómo operan estos despidos?


-“Bueno primero te dan una amenaza, te dicen que te tienen una propuesta y que en cierta fecha termina la relación de trabajo. Allí ya te sientes nerviosa, intimidada porque lo primero que piensas es que te vas a quedar en la calle porque vas a perder tu techo y no tienes a dónde irte.


Te hacen entonces la propuesta, pero nunca te dicen que estás despedida, sólo te dicen que te van a dar una cantidad de dinero para que firmes esa propuesta y cuando tú te niegas a firmar la propuesta te dicen: “bueno, tienes dos opciones o firmas lo que te ponemos o te vamos a hacer la vida cuadritos.”


Y bueno tú te pones a ver de tantas cosas que hemos vivido en los edificios, que sabemos que sí, que nos van a acosar, nos van a vigilar, son capaces, ya lo han hecho. Pero como una ya viene organizándose y entendiendo este proceso político, una sabe que nos es primera vez que nos hacen la guerra. Estamos en esto desde que el Comandante comenzó a hablar de dignificar a las trabajadoras residenciales.”


¿Por qué las coaccionan ahora?


“A partir de la guerra económica declarada contra la Revolución y nuestro gobierno del presidente Nicolás Maduro, hemos visto que todo viene por etapas. Nosotras nos asumimos chavistas y sabíamos que nos iban a atacar: creemos que es un asunto político, porque nosotras hemos visualizado nuestra lucha, y hemos nacido como organización desde la Revolución. Nos hemos declarado chavistas y en todas partes donde vamos hacemos énfasis en que nuestra lucha es revolucionaria.” Nos señala Nelida Cordero.


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¿Cómo es la relación con el Ministerio?


“En este momento ha sido amplia la atención, receptiva. Pero en otros momentos tuvimos muchas denuncias de las compañeras. No siempre las escuchaban o les ponían la manito en el hombro y les decían “Reciba eso que le ofrecen y se va de ahí, esa no es su casa”. Todo esto lo hemos combatido desde lo organizativo. Hicimos declaraciones públicas, reuniones con instituciones y esto agilizó la tensión, se volcó hacia la coyuntura actual.”


La Ley Especial para la dignificación de las trabajadoras y trabajadores residenciales, su principal herramienta.


“¡Esta ley significa tanto para nosotras! Fue a través del decreto 8.197 el día 6 de mayo del 2011 a un mes de haberle entregado nosotras esta propuesta al Comandante, que fue resultado de debates que no imaginábamos, llegarían a ser ley. Fue un proceso de debates de muchos años producto de toda la violación de derechos humanos que hemos sufridos las trabajadoras residenciales antes llamadas conserjes. Todo ese cuento se lo echamos al comandante, todas esas necesidades que pasábamos, pues nos prohibían incluso, en los contratos, quedar embarazadas.


El comandante se sensibilizó mucho, no podía creer que nos trataran así: “eso no lo podemos permitir”. Allí me preguntó:


“Nelida, tú crees que si eliminamos algunos artículos de la ley del trabajo, les beneficiaría?


–No comandante, eso hay que eliminarlo todo. Por esos artículos nos tienen así.


¿Hacemos una ley nueva entonces?


-Sí, comandante.


Bueno, tienen un mes.”


Nos costó pero nos organizamos y entregamos la ley. Al entregarla la firmó y nos dijo “Justicia social para las trabajadoras residenciales, ahora les toca a ustedes luchar”. ¡Y en eso andamos!


Nos organizamos para cuidarnos entre comunes


El pasado 29 de agosto, los y las trabajadoras residenciales exigieron el cese a los despidos masivos, el freno a los desalojos y el respeto al salario mínimo establecido. Esta movilización permitió el freno de varios despidos. Sin embargo, nos señala Nelida Cordero, pese a los resultados de la movilización, se mantiene el acoso y la intimidación: “Somos una organización autogestionada, que orienta, no representamos a nadie, agrega, cuando comenzaron los despidos no declarados sino trabajados desde un “tú renuncia”, nos dimos cuenta de que todo iba a ponerse peor. El domingo siguiente a las primeras intimidaciones nos reunimos para definir qué hacer, a dónde ir.


Nos tomamos un día, alguna compañera decía “bueno, pero después de las dos de la tarde que salimos de trabajar” pero dijimos “No. Nos están botando y ¿vamos a tener consideración con ellos? ¡Nos paramos!” Nos tomamos el día completo y fuimos a la Asamblea Nacional Constituyente, al Ministerio del Poder Popular para el Trabajo, a la Vicepresidencia y nos reunimos con los funcionarios. Manifestamos que no queríamos mesas de trabajo, eso nos desgastaba, ya hemos tenido mesas de trabajo. Queríamos un pronunciamiento de la Asamblea Nacional Constituyente a favor de las trabajadoras residenciales y en contra del despido masivo de las compañeras. Nos oyeron y nos enlazaron con el Ministerio.


Ahorita estamos enfocadas con las compañeras en organizarnos. Lo primero es lograr que ninguna renuncie a sus derechos. Estamos organizadas para cualquier desalojo arbitrario, para frenarlo como poder popular y en alianza con las instituciones que deben frenar desalojos con nosotras. Sabemos que donde gobierna la derecha la policía desaloja con mayor fuerza, allí debemos estar más organizadas y contamos además con todo el apoyo de la plataforma del Movimiento de Pobladores y Pobladoras.”


Una realidad nacional


Mérida no presenta una realidad distinta: mujeres en su mayoría, pobres, entre los 30 y 60 años, hasta con 34 años de servicio, esclavizadas al cuidado invisible de cientos de habitantes, el cual brindan incluso fuera del horario y los días establecidos para laborar.


Eso es lo que viven, poco más de 400 trabajadoras y trabajadores residenciales en el estado; tan sólo en la ciudad de Mérida se concentran aproximadamente 237, quienes luego del aumento del salario mínimo decretado por parte del gobierno nacional, han sido objeto, en la mayoría de los casos, de presiones y despidos injustificados por parte de sus patronos, los dueños de apartamentos, quienes alegan la “imposibilidad” del pago del salario.


En pasillos y reuniones vecinales, se escuchan valoraciones como: “ella no puede ganar más que yo, que soy un profesional”; “nos van a dejar sin comer”; “es que ella quiere hacerse dueña del edificio ¿cómo es posible?”. Yuli, madre joven que tiene 10 años de trabajo en un edificio de la ciudad, comenta: “los que tienen plata, lo miran a uno feo, hasta prohíben que sus hijxs jueguen con los de uno”.


Ingrid Carrillo, abogada que les apoya e impulsora desde el año 2009 de la Red Socialista de las y los Trabajadores Residenciales de Mérida, afirma: “esto es una guerra de clases, allí no vas a esperar la bondad de ellos, esto es un problema fundamentalmente político”. Estas compañeras, en su mayoría, laboran en zonas que fueron durante 2014 foco de organización de “guarimbas”, protestas violentas de oposición al gobierno, ante este particular, Yuli afirma: “nos señalaban de Tupamaros, que éramos informantes, fuimos víctimas de mucha presión”, agrega Nubia, trabajadora residencial por 20 años: “ellos engloban la parte política allí, mi sector es opositor eso no es un secreto, pero jamás nos hemos prestado para prácticas como esas, al contrario, nosotras les auxiliamos, por lo menos en mi edificio viven señores mayores que están solos, nosotras les atendemos, les cuidamos”.


Según cifras de la Inspectoría del Trabajo de Mérida, entre finales de agosto y lo que va de septiembre, se han procesado 11 casos de reengache a trabajadores y trabajadoras residenciales, de los cuales, sólo 3 han sido acatados, 2 se encuentran en mesas de trabajo y en 6 los y las trabajadoras desistieron, por acuerdos con el patrono. Haidi, es una de las trabajadoras a quien le llegó una notificación de despido y nos cuenta: “querían arreglarme por 18 años de servicio y volver a contratarme luego de tres meses, menos mal que yo no firmé esa petición y me fui a la Inspectoría del Trabajo, yo no sabía, primera vez en mi vida, en 18 años, que piso la Inspectoría, luchamos juntas y eso no procedió” continúa “antes del aumento me querían mucho, pero después todo cambió”.


Para finalizar el encuentro, con disposición a la lucha afirmó Emilia: “Todos somos seres humanos y tenemos los mismos derechos, tenemos derecho a ser tratados como personas, nosotras estamos apegadas a la ley…”


Amenazas de despidos y solicitudes de renuncias a trabajadoras de hasta tres décadas de servicio; la violencia sometida contra los y las trabajadoras residenciales es expresión de un sistema que busca sostener la servidumbre doméstica por cualquier vía posible. Ante la coacción, la intimidación y el acoso; la organización de las comunes es la única garantía frente a la arremetida contra los derechos conquistados en Revolución: “ahora les toca a ustedes” nos dijo Chávez.






Tomado de: Testimonios de acoso e intimidación contra trabajadoras residenciales

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