En un rincón entre la esquina Veroes y la Santa Capilla se esconde el señor David Oropeza, protegido por coloridos óleos que revelan a primera vista la vocación que, sin intenciones de convertirse en hábito, profesa desde hace más de 34 años.
Texto: Ciudad Caracas
Las manchas de pintura que se esconden entre sus dedos son tan variadas como los paisajes que lo custodian, plasmados en cartulina, en óleo o cualquier base que sirva de soporte para trabajar su creativa imaginación, innata e intimidante.
Apostando por lo genuino, Oropeza hizo de las calles de Caracas su taller al aire libre, donde pasa la mayor parte del día retratando figuras que sucumben a su mente y se expresan al papel en forma de animales y naturaleza.
Con voz baja y pausada, casi con temor a revelar demasiado de su vida, el pintor comienza explicando que fue a la edad de los 17 años cuando descubrió su vocación por el arte, siendo el único de su familia con la destreza de reproducir objetos de forma exacta.
“A uno le gusta el arte, le atrae la cultura y cuando viene a ver se convierte en artista”, explicó el singular personaje, quien dejó atrás su infancia en Barquisimeto para emigrar a Los Teques, estado Miranda, en busca de una formación académica que lo llevó a perfeccionar sus técnicas autodidactas.
“Mi primer dibujo fue un elefante, y su pie fue más grande que todo su cuerpo”, agregó el pintor, recordando con humor sus primeros trazos.
Desde hace más de doce años, Oropeza dejó de trabajar como oficinista, y se dedicó a vender sus obras para conseguir su sustento diario. Sus pinturas se inspiran en el paisaje cultural que lo rodea, donde se codea con homólogos urbanos y un sentido público que con el tiempo ha aprendido a reconocer su indudable talento.
Para elaborar sus creaciones, el pintor sustituye el pincel por pequeños recuadros de cartón, con los que en cinco minutos da vida a pequeños cuadrados que solo un hombre dotado de gran perspectiva artística puede concebir.
“Hay personas que me buscan y me preguntan si estoy interesado en enseñar a otros; así me llevan a la Casa de las letras y a otros lugares donde puedo dar clases”, puntualizó el artista.
Tomado de: Nuestros Cultores: David Oropeza | La casualidad de ser artista
No hay comentarios:
Publicar un comentario