1685fccd-roundup_800x554_0El siguiente fragmento de la novela La Casa de los Espíritus, de Isabel Allende, coincide tanto con la realidad actual venezolana que parece que la escritora se hubiera venido a Caracas hoy a escribir sobre lo que observa en la ciudad. Es la misma historia de la derecha, la misma provocación, la misma desestabilización, lo mismo el caso de Chile en 1973, que inspiró este relato, que lo que se vive en Venezuela ahora. Ficción y realidad, realismo mágico. Sigue el texto:



Texto: Agencias/VTV/TeleSur


“La organización era una necesidad, porque ‘el camino al Socialismo’ muy pronto se convirtió en un campo de batalla (…) la derecha realizaba una serie de acciones estratégicas destinadas a hacer trizas la economía y desprestigiar al Gobierno.


Tenía en sus manos los medios de difusión más poderosos, contaba con recursos económicos casi ilimitados y con la ayuda de los gringos, que destinaron fondos secretos para el plan de sabotaje. A los pocos meses se pudieron apreciar los resultados.


El pueblo se encontró por primera vez con suficiente dinero para cubrir sus necesidades básicas y comprar algunas cosas que siempre deseó, pero no podía hacerlo, porque los almacenes estaban casi vacíos.


Había comenzado el desabastecimiento, que llegó a ser una pesadilla colectiva. Las mujeres se levantaban al amanecer para pararse en las interminables colas donde podían adquirir un escuálido pollo, media docena de pañales o papel higiénico.


Se produjo la angustia de la escasez, el país estaba sacudido por oleadas de rumores contradictorios que alertaban a la población sobre los productos que iban a faltar y la gente compraba lo que hubiera, sin medida, para prevenir el futuro.


Se paraban en las colas sin saber lo que se estaba vendiendo, sólo para no dejar pasar la oportunidad de comprar algo, aunque no lo necesitaran. Surgieron profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a otros, los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas. Se desató el mercado negro.


La policía trató de impedirlo, pero era como una peste que se metía por todos lados y por mucho que revisaran los carros y detuvieran a los que portaban bultos sospechosos no lo podían evitar. Hasta los niños traficaban en los patios de las escuelas.


En la premura por acaparar productos, se producían confusiones y los que nunca habían fumado terminaban pagando cualquier precio por una cajetilla de cigarros, y los que no tenían niños se peleaban por un tarro de alimento para lactantes”. Isabel Allende, La Casa de los Espíritus.


 


Esto no es Venezuela, no, es Chile en tiempos de Salvador Allende, muerto defendiendo La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Así reflejaba hace 34 años la escritora chilena Isabel Allende en su obra “La Casa de los Espíritus”, la crisis socio-económica organizada por la derecha nacional y Estados Unidos, en contra de su tío y de todo un pueblo.


Cuarenta años más tarde, gracias a la desclasificación de documentos secretos que ordenara la ley estadounidense, se sabría que Richard Nixon pidió “hacer gritar a la economía chilena”. Los republicanos no le perdonaban la nacionalización de la industria cuprífera, anteriormente en manos de los grandes consorcios estadounidenses.


Venezuela. Año 2015. En las redes sociales y los medios internacionales hay cientos, miles, de fotografías de largas filas de personas para comprar productos básicos. Evidentemente irritados, muchos, culpan al Gobierno revolucionario.


La tensión social es grande, y la prensa nacional e internacional, la exacerba. Los productos aparecen y desaparecen por etapas: cuando hay harina de maíz y de trigo, no hay margarina o aceite; cuando hay papel higiénico, no hay pañales y alimento envasado para bebés; cuando hay jabón de baño, no hay detergente para lavar ropa ni desodorante.


Otra característica de esta guerra de baja intensidad, es que, el desabasto es muchas veces “anunciado” por los industriales, quienes culpan al Estado por la falta de asignación de divisas. Y lo que anuncian, casi siempre es la pronta desaparición de un producto, que generalmente forma parte de la cadena productiva para lograr otros, por ejemplo, los envases plásticos o de vidrio.alerta-jpg_792370018


“Suministro de envases de vidrio se quiebra por fallas en insumos” (Últimas Noticias 16-5-2014)”, “Se agota el inventario de pañales para niños” (Últimas Noticias 3-4-2014), “¡Alerta! Crisis para fabricar envases plásticos por falta de materia prima” (El Venezolano 22-8-2014).


En Chile de Allende, hacían lo mismo. Grandes diarios como El Mercurio, Tribuna o La Tercera, publicaban noticias similares con títulos como: “Chile sin pan”, o “Mientras bailan con Fidel, no tenemos qué comer”.


Ahora se sabe que El Mercurio recibió financiación de Estados Unidos y sus textos eran revisados por sensores de ese país antes de llegar a las manos del pueblo chileno. Así lo admitió años más tarde Agustín Edwards, el dueño del medio y que ahora pasa su vejez en Estados Unidos.


Los medios de comunicación social, financiados en EE.UU., tuvieron un gran papel en el derrocamiento de Allende.


Para la época, los diarios tenían mucha más influencia en el público, por eso fueron usados dos de ellos: El Mercurio, perteneciente a la familia Edwards y La Tercera.


40 años después


El periodista Juan Pablo Cárdenas, Premio Periodismo chileno 2005, argumenta que lo que pasa hoy en la potencia energética suramericana, no es muy distinto a lo que vivió Chile.


“Se está dando una situación muy similar a la que enfrentamos nosotros los chilenos en 1973. Una clase empresarial, que empieza claramente a instigar, a conspirar, grupos que se organizan y que representan lo más extremo de la derecha y, desde luego detrás de todo esto, la acción de un país como EE.UU. que se ha empeñado siempre en desestabilizar a las democracias de América Latina”, opinó.


Petróleo


A mediados de 1973, la mina de cobre “El Teniente”, a 80 kilómetros al sur de Santiago, se declaraba en huelga “por motivos económicos”. Este yacimiento proporcionaba el 20% de la producción del mineral, el principal producto de exportación de Chile.


Desde el año anterior el cobre había sido nacionalizado por Allende, así como otros recursos naturales como el cemento, hierro, nitrato y carbón. También habían estatizado más de 6 millones de kilómetros cuadrados de tierras cultivables, antes en manos de los latifundistas.


La huelga se extendió por más de dos meses y, pese a que más de la mitad de la nómina de “El Teniente” seguía trabajando, incluso hacían horas extras para cubrir la cuota de los parados.


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Era necesario estatizar los sectores claves de la economía, hubo un clamor popular para incluir en esa lista a casi todo el aparato productivo, algo que la economía chilena no estaba preparada para resistir y que trajo el rechazo de algunos estratos sociales.


En Venezuela, el Comandante Hugo Chávez Frías, sufrió una de las peores desestabilizaciones de su historia: la paralización de su industria petrolera, de la cual dependen más de 80% de sus ingresos.


La cúpula de la industria petrolera impulsó durante 62 días la paralización y Venezuela perdió más de 14 mil 400 millones de dólares por ventas no hechas. Este fue la primera guerra económica que vivió la Revolución Bolivariana, desencadenada por 40 decretos con fuerza de ley, que entre otras cosas, ordenaban la justa repartición de la tierra, lo que afectó enormemente al capital privado que controlaba el país.


Doce años más tarde, Nicolás Maduro, debe afrontar otro tipo de guerra del crudo, pero esta vez la de los mercados extranjeros. El precio de cada barril ha caído estrepitosamente, de alrededor de los 100 dólares a menos de 40.


En el marco de su reciente gira por Rusia, China y varios socios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Maduro denunció un ardid estadounidense para acabar con este cartel y debilitar al Kremlin, inundando al mundo con petróleo de esquisto.


Gobierno sin Parlamento


A diferencia de la Venezuela del siglo XXI, la de 1973 tenía un Parlamento totalmente en contra del plan de justicia social promovido por la Unidad Popular. ¿El resultado?: aprobación de leyes, pero desfinanciamiento de los proyectos.


Así, por ejemplo, entre abril y junio de 1972, el Congreso, de mayoría opositora, declara el boicot contra toda iniciativa de la Unidad Popular.


La ley para castigar los delitos económicos es rechazada, para crear el ministerio de la familia también, la ley de reajustes y salarios para los trabajadores es apalzada y luego despachada sin financiamiento, la ley para normar la participación del proletariado en las fábricas es rechazada, la ley para crear el ministerio del Mar, archivada sin financiamiento.


Actualmente, Venezuela vive una situación similar con la mayoría del parlamento nacional totalmente liderada por los Adecos- quienes quebraron el país durante su mandato- además, de tomar atribuciones de aprobar leyes contra el pueblo; su fin es destituir el gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro.otra-jpg_792370018


Desabastecimiento y especulación


Tal como pasa en Venezuela, en Chile los productos de la canasta básica escaseaban, y no por baja, producción, todo lo contrario, durante los mil días de gobierno de Allende, los índices de producción industrial remontaron.comparacion-colas-jpg_792370018


Vea la hemeroteca de la prensa chilena, aliada de Nixon, sobre los efectos de las operaciones encubiertas ilegales de EEUU y la oligarquía de Chile entonces, que dieron lugar al golpe de estado contra el presidente Salvador Allende capitaneado por Augusto Pinochet. Cualquier parecido con la Guerra Económica que perpetra la Derecha en Venezuela no es casualidad.