“La Revolución, o es un hecho profundamente cultural, o no es”. Esa es una imponente frase de uno de los más importantes referentes de la política mundial de los siglo XX y XXI, Hugo Chávez, quien este 28 de julio celebraría su cumpleaños número 62. No se trata de un pensamiento trivial, de meras palabras que se dicen en un acto oficial. Aunque ese día el Comandante juramentaba a los ministros de de la Cultura y de la Juventud, Pedro Calzadilla y María Pilar Hernández respectivamente en agosto de 2011 en el Palacio de Miraflores, sus palabras no eran solo formalismo. Allí esbozaba, con total claridad, una idea transversal a su proyecto político: para que la Revolución trascienda el capitalismo, el cambio debe ser profundo, hundir sus raíces en el rescate de la historia y la identidad. Es decir: cultural.
Texto: Prensa MPPC
El propio Chávez era un ejemplo de esta vía. A pesar de haber sido formado como militar, su compromiso con la Patria no le impidió ser un profuso lector, quien recomendaba a diestra y siniestra bibliografía sumamente importante para entender la complejidad del proyecto revolucionario. Con su práctica intelectual demostró que la comuna, el socialismo y la Revolución son meros conceptos hasta tanto no se conquiste la independencia profunda frente a la hegemonía del capitalismo y las potencias que lo conducen.
Resignificar los símbolos: el sentido de un imaginario revolucionario
Fue Chávez quien hizo renacer el amor por la cultura vernácula. Por eso que Augusto Mijares llamaba lo afirmativo venezolano: esos “propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar para la Patria” de los que hablaba el historiador, y que el Comandante supo rastrear y revalorizar con gran maestría, tanto en el discurso como en su propia práctica.
Son célebres las interpretaciones que hiciera Chávez de temas del folklore nacional, con las coplas de Florentino y El diablo, su amor por el país profundo y hasta sus dotes como intérprete de pasajes llaneros, trayendo a escena viejos símbolos e imaginarios que el capitalismo había tratado de borrar de la cultura nacional.
Es precisamente a partir de este volver sobre lo auténticamente venezolano, que el Comandante proyecta el escenario político de la Revolución. Este enfoque le permite plantear tres grandes figuras dentro del panteón de su pensamiento: Simón Bolívar, como figura de la universalidad de lo venezolano; Ezequiel Zamora, como reivindicador del pueblo llano y el maestro Simón Rodríguez, de quien toma la inventiva y la creatividad a la hora de formar a los nuevos hombres de la Patria.
Así, el Comandante no solo crea el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el 10 de febrero de 2005; impulsa la Misión Cultura Corazón Adentro a partir del 10 de julio de 2005, y toma otra serie de decisiones que transformaron las políticas públicas en el ámbito cultural, sino que además, en su cotidianidad como líder de un proceso de empoderamiento popular, encarnó con gallardía esa cultura otra, caldo de cultivo de toda Revolución que luche frente a las injusticias del capital.
“Esto es socialismo, rescatar lo propio, lo autóctono, porque el capitalismo lo que hace es envenenarnos, borrarnos la propia cultura, el socialismo rescata lo social, lo pone por delante y en lo social hay un alma, la cultura, todo lo que hemos sido, todo a partir de la historia, estamos bien orientados, recoger el patrimonio porque hay que partir de la historia, en la historia está lo que somos “, destacó el Comandante aquel importante día para la Misión Cultura.
Además del privilegio a la venezolanidad y sus expresiones, Chávez dio organicidad al proyecto revolucionario con la creación de instituciones que coadyuvan los procesos que se dan en el ámbito cultural, gracias a lo cual, Venezuela empieza a despuntar por el peso específico de los bienes culturales que produce.
Tomado de: "Bendito seas, Padre del Reimpulso de lo afirmativo venezolano"
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